CELTAS, La Tene (V a I aC)


      La Tene (500 – I a C.),  toma su nombre del hallazgo producido en el siglo XIX de joyas, armas y otros objetos  pertenecientes a un asentamiento celta situado en el extremo noroeste del lago Neuchatel, Suiza. La colección corresponde al siglo IV y V a C y fue extraída desde el lecho del mencionado lago donde también fueron hallados restos de un puente. La opinión de los antropólogos es que desde allí fueron arrojados estos centenares de objetos descubiertos. Estaríamos entonces frente a una ofrenda votiva.

Ubicación de Suiza en Europa



 
Ubicación lago Neuchatel en Suiza



Al igual que los celtas otros pueblos antiguos, incluso dentro de nuestra América, homenajearon a sus dioses con este tipo de ofrendas. La opinión de los estudiosos en este caso coincide, de aquellas lejanas creencias vendría la moderna costumbre de pedir deseos arrojando monedas a una fuente. 

      En este período la cultura se considera definitivamente consolidada puesto que sus diferentes comunidades habían alcanzado igual nivel de desarrollo lingüístico y económico. El antiguo castro evoluciona. Aquella fortificación en lugares altos y provistos de defensas naturales en la que sólo se recluía la nobleza ahora suma agricultores y comerciantes. Los romanos denominaron oppidas a estas nuevas fortificaciones. En algunos lugares estos centros de actividad productiva a los que podríamos, quizá forzadamente, denominar ciudades,  ocupaban extensas áreas. Los arqueólogos no se ponen de acuerdo en cuanto al grado de concentración económica, lo que equivale a decir el grado de importancia social, que estas “ciudades” tendrían. Sin embargo la poca evidencia con que se cuenta indicaría que toda la producción  necesaria para su subsistencia se desarrollaría dentro de sus muros, construidos en piedra, sin argamasa, con traviesas perpendiculares de madera y clavijas de hierro. Julio César, siglo I a C, habla de estas “oppidum” (lugar elevado, fortificación en latín) en su obra Comentario de la Guerra de las Galias.

     Resulta interesante comentar aquí que los celtas, como toda sociedad arcaica, construían sus muros como defensa contra los demonios y las almas de los muertos que desearan su destrucción. Un muro constituía una protección mágica. Los ataques enemigos eran fácilmente asimilables a ataques diabólicos ya que tenían igual resultado: hambruna, peste y destrucción. Este modo de pensar siguió dominando occidente hasta entrada la edad media. 
Castro celta en Saceda, provincia de Cualedro
Según los investigadores estuvo habitado entre los siglos VII a.C. y I d. C., reviviendo una pequeña ocupación durante el siglo V d. C.

(imagen tomada del periódico digital, Globedia)

      Su apogeo, sin ningún lugar a dudas, se debió al dominio del hierro sumado éste al desarrollo del arte de fabricar ruedas en el que, a través del aro de una sola pieza, lograron un notable grado de perfección.  Los carros de guerra celta tenían dos ruedas y eran conducidos por un cochero que cubría su desnudez con pieles. Según testimonios de griegos y romanos los guerreros “de a caballo” se presentaban a la lucha tocando sus cuernos, sus  trompetas, ricamente  adornados  pero desnudos (tal vez sólo los de las primeras filas para impresionar) habiendo, previamente, teñido su piel de azul. Mediando este período los romanos, que aún no se habían constituido imperio, sufrieron su belicosidad. Para ese entonces en Roma nadie vestía de azul por considerarse, sin ninguna duda a causa del mal recuerdo que dejaran en esta civilización aquellos guerreros, un color de mal augurio.
      Como toda sociedad que se dedica al comercio y a la guerra, abría caminos. Sus carros se deslizaban por éstos a los que previamente habían “pavimentado” con piedras y troncos. Buena parte de las famosas vías romanas fueron trazadas sobre aquellas de los celtas, como prueba de esta última afirmación podemos citar las declaraciones que el arqueólogo Gilles Leroux  hiciera al periódico francés Presse- Océan (Nantes) el 25 de septiembre de 2002:
 “Los romanos no inventaron las infraestructuras de carreteras de la Galia. Existían antes de su llegada. Lo demuestran a diario los hallazgos. …hemos encontrado una hiposandalia (herradura) bajo los restos de lo que se asemeja mucho a un puente hundido …esta clase de objeto era utilizado por los galos. No por los romanos” *




Cabe aquí recordar que los romanos denominaron galos a los celtas. Según afirma Run Futthark:
 “algunos de los vestigios de esas antiguas carreteras subsisten en lugares aislados y llevan un nombre encantador, ya que se conocen como camino de los erizos”. **
Futthark está hablando de Bretaña, península noroccidental francesa.
La sociedad celta, ya madura, produce trigo, lino y mijo, cultiva el olivo y la vid. Exporta tocino a Roma y a la forja del hierro se le debe sumar la propiedad de minas de plata con la que modela joyas de una belleza singular, broches, brazaletes y aros para el cuello denominados “torques”. El arte evoluciona, la sobriedad del período anterior cede ante las nuevas líneas, complejas y voluptuosas.




      De su contacto con griegos y romanos toman la costumbre de acuñar moneda, la que usan sólo para comerciar con estos extranjeros. Entre ellos prefieren calcular el valor de las transacciones en esclavos o ganado. En Irlanda, tierra en la que por no haber sido jamás provincia romana las costumbres celtas pervivieron por más tiempo, era ya entrado el siglo XII cuando los campesinos aún calculaban el valor de sus tierras en esclavos. La moneda celta no se adornaba con las clásicas efigies de los pueblos del sur, lo hacía con aves acuáticas, símbolos solares y extrañas máscaras.
      La ropa con que se cubrían era similar a aquella con la  que hoy se abrigan los campesinos de Rumania o la ex Yugoslavia, prendas de lana con dibujos geométricos. 


También corresponde a estos años, como hemos podido comprobar, la costumbre de  arrojar, como acto sacrificial en honor a sus dioses, valiosos objetos a los cursos de agua.  
 Durante los siglos V y IV a C Grecia funda algunas colonias que disminuyeron dramáticamente el comercio con los celtas, esta situación más la presión demográfica que operó la migración de otros pueblos del norte, movilizó a los celtas hacia el sur, al valle del Po, Italia.
En el año 390 a C  saquearon Roma durante siete meses.  
Para retirarse de la ciudad exigieron pago de rescate, al quejarse los romanos por lo mal niveladas que estaban las balanzas donde tal rescate se efectivizaba, el caudillo celta Brenno, según la tradición cuenta, habría dicho un par de palabras que en latín se traducían ¡“Vea victis”! (¡Ay de los vencidos!). La historia afirma que fueron los celtas quienes, en suelo etrusco, fundaron Turín, Bérgamo y Milán (parte de la Galia Cisalpina según la denominación romana).
En estos siglos de holgura se los encuentra ya en gran parte de Francia, Bélgica, España, Suiza, Austria, Islas Británicas e, incluso, parte de Asia  Menor.

En tierras que hoy corresponden a Bulgaria, entraron en contacto con Alejandro Magno con quien intercambiaron un tratado de alianza  que los celtas juraron duraría “hasta que el cielo se desplomara”.
Mil años después, los irlandeses pronunciaban sus juramentos a través de la siguiente fórmula: “guardaremos fidelidad a menos que el cielo caiga y nos aplaste o que la tierra se abra y nos trague o que el mar se eleve y nos sumerja”.  
       


   En el 279 a C, muerto ya Alejandro y por tanto libres los celtas de actuar según su conveniencia, invaden Grecia iniciando un saqueo a la ciudad de Delfos (algunos textos adjudican igual nombre al caudillo,  Brenno) pero el clima les juega una mala pasada y una tormenta de nieve vendrá en beneficio de aquellos que la defienden.
Los griegos los llaman “hiperbóreos” (guerreros que viven más al norte que Bóreas, dios del viento que se suponía oriundo de Tracia, región histórica que comprendía desde Macedonia hasta el mar Negro y desde el Egeo hasta el Danubio) y los consideran temibles. Esta palabra “hiperbóreos”, adjudicada a los celtas, tendría también una connotación mística que luego consideraremos.

En el 275 a C  fundan el estado de Galacia en el norte de Turquía. Varios siglos después todo occidente sabrá de éste cuando Paulo de Tarso, San Pablo para el pueblo católico, escriba su epístola a los Gálatas, la que pasará a formar parte de la Biblia, Libro Sagrado de occidente. 
En el 230 a C los celtas de Galacia son derrotados por los griegos y en el 225 a C por los romanos en la península itálica. Al hostigamiento de estos últimos debemos sumarle, en el siglo I a C, el de los pueblos germanos.

El geógrafo griego Estrabón (64, 63 – 24, 19) habló de la nación celta ubicándola desde la península ibérica hasta el Canal de la Mancha, desde el Rin hasta los Alpes y desde Finesterre (sur de España) hasta la desembocadura del Danubio. Contó no menos de 60 tribus y subtribus.  

Julio César (100 – 44 a C), gobernador romano en La Galia, será quien en el año 52 a C, en la batalla de Alesia, venza definitivamente a los galos tomando preso a su caudillo Vercingétorix que cae junto a su pueblo luego de una resistencia gloriosa. Este galo es exhibido en Roma como trofeo y ejecutado en la misma ciudad tras 5 años de cautiverio. César había tomado Las Galias y Armórica (extremo noroccidental francés) que se consideraban separadamente. Ambas, toda Francia, pasan a ser provincias romanas como así también parte de Germania.
Según Plutarco (50 ó 46 – 120) historiador y literato  griego, fueron tomadas 800 ciudades en las que vivían 300 tribus.
Julio César describe a los celtas como un pueblo orgulloso cuyos guerreros, dignos de respeto,  pintaban su cuerpo de azul para intensificar el terror de sus enemigos. El historiador romano Tito Livio (59 a C – 17 d C) escribe
 “Los jinetes galos llevaban cabezas colgadas delante del pecho de sus caballos …entonando cánticos según su costumbre”.***
Los celtas adjudicaban propiedades mágicas a los cráneos de sus enemigos, además de llevarlos a la guerra solían ponerlos de adorno en el dintel de sus casas o tomar sus bebidas de ellos.
Sin embargo, tenía este pueblo un problema fatal de conducta que sería causa suficiente para su perdición, como bien lo sabía César:
En la Galia, no sólo todas las ciudades, sino también todos los cantones y fracciones de cantón, e incluso podríamos decir que las familias, están divididos en partidos rivales****
Además no faltaron quienes, dentro del pueblo galo, sintieron ante César un temor supersticioso. Lo llamaban “el gran romano” y deponían sus armas sin dar lucha considerándose abandonados por sus dioses.



La caída de Las Galias supuso el comienzo del fin del mundo celta que de allí en más comenzaría, a pesar de las excepciones de las que luego hablaremos, a “romanizarse”. Aún así el paso del tiempo no los borró, buena parte de la riqueza de su cultura pervive entre nosotros.


 La homonimia que en algún momento de la historia se produjo entre el latín gallus, galo, y gallus, ave de corral (hoy en francés para decir gallo se utiliza la onomatopeya coq) dio origen a que en Francia y durante la Edad Media el gallo representara un símbolo religioso de esperanza, durante el Renacimiento un emblema que  comienza a consolidar cierta idea de nación, en el período revolucionario representará la identidad nacional y, por último, mientras sucede la Primera Guerra Mundial el gallo será una insignia de identidad frente al águila prusiana. Aunque no se trata de un símbolo oficial, bordado junto a los colores de la bandera, aún hoy es profusamente vendido como símbolo francés a los turistas.

Los ligures, pueblo que pasó a ser parte de la Galia Cisalpina Romana (noroeste italiano, sur de Francia) no fueron celtíberos. Se discute aún se trata de un grupo pre indoeuropeo, o indoeuropeo pero perteneciente a una oleada pre celtíbera.  

*Run Futthark, Historias Misteriosas de los Celtas, Ed. De Vecchi, 2005, pg 14
** Idem
*** Abel Raúl Brozzi Los Celtas una realidad histórica mitificada, Ed. Pluma y Papel, 2007, pg 25
****Run Futthark, Historias Misteriosas de los Celtas, Ed. De Vecchi, 2005, pg 80

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