Introducción





 Corría el siglo XII  cuando un monje católico galés, Geoffrey de Monmouth, escribió su “Historia de los Reyes de Britania”, genealogía  que dispuso con varios propósitos, entre los cuales se contaba exaltar las hazañas y desventuras de un héroe celta, Arturo. El rey Arturo habría sido quien triunfara en el siglo V (otros dicen que en el VI)    en la guerra que enfrentó a su pueblo  contra los invasores  sajones. Así recuerda Jorge Luis Borges, en una estrofa de su obra poética, este largo enfrentamiento:








“Sus ídolos y ejército el duro
sajón sobre los huertos de Inglaterra
dilató en apretada y torpe guerra.
Y de esas cosas quedó un sueño: Arturo”*






Esta confrontación, obviamente, aconteció  en tierras britanas de las que Gales formaba parte.  La Historia de los Reyes de Britania cimentó el desarrollo de aquello  que en literatura se ha dado en llamar  la “Materia de Bretaña”, o como se conoce popularmente, la Leyenda del rey Arturo. Es a partir de dicha leyenda, formada con la contribución de diversas fuentes que a su turno consideraremos, que comienzan a escribirse, a partir del siglo XIIl, las llamadas novelas de caballería que fueron masivamente consumidas. Tal como sucede en la actualidad con algunos  personajes del cine o la televisión, la gente bautizaba a sus hijos con el nombre de los caballeros que protagonizaban sus libros favoritos, y tanto jóvenes como adultos sellaban pactos constituyendo órdenes como leían   en aquellas páginas.  La materia de Bretaña, además de imponer sus ideales a la sociedad medieval, inauguró el género literario que hoy cuenta con el más amplio mercado: la novela.
Aquellas famosas novelas de caballería hallan su cumbre  a principios del siglo XVII (1605) con la publicación de “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” escrita por Don Miguel de Cervantes Saavedra, considerada la mejor novela publicada de todos los tiempos. Joya de la literatura universal que ironiza la popular producción de esas historias cuyos personajes principales eran caballeros montados, llenos a rebosar  de amor y respeto por su rey, su religión y su dama.

Cuánta será la popularidad que esta leyenda aún conserva, que  a principios del siglo XX  Gran Bretaña exhorta a su población a tomar parte en la Primera Guerra Mundial con un afiche en el que se veía a un hombre que, vestido como un guerrero medieval y montando un caballo rampante, clavaba una espada en el pecho de un dragón. Dicha ilustración se encontraba enmarcada por la siguiente frase: BRITAIN NEEDS YOU AT ONCE:  Britania te necesita de inmediato.

Oportunamente se hará un breve análisis de las más destacadas obras que  abrevaron en la “fuente Arturo”, tanto en el arte literario como cinematográfico,  ahora será suficiente con la cita que sigue:

A los nueve años ocupé un sitial en la cofradía de los caballeros del rey Arturo, con tanto orgullo y dignidad como el que más…” 
 John Steinbeck de Monterey, caballero.

Estas son las primeras palabras que encontrará quien se disponga a leer “Los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros” novela publicada en 1976 y cuya autoría pertenece al  escritor estadounidense John Steinbeck, quien 14 años antes había sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura. En la introducción, refiriéndose al libro “La muerte del Rey Arturo” de Thomas Malory (siglo XV) que siendo todavía un niño cierta tía le regalara dice: “Era un ejemplar ilustrado de la Morte dArthur de Thomas Malory según la edición de Caxton. Adoré la anticuada ortografía de las palabras, y también las palabras en desuso. Es posible que haya sido este libro el que inspiró mi fervoroso amor por la lengua inglesa.”  

Intelectuales contemporáneos al auge de las novelas de caballería, como Alfonso X (1252 – 1284)  en España, denominado “El Sabio “ o Dante Alighieri (1265 – 1321) en Italia, no dudaron de la existencia del rey, sin embargo la ciencia aún no está en condiciones de aseverarlo. Historiadores y arqueólogos buscan el dato fehaciente, aquellas piedras, aquel signo, que no deje lugar a dudas. Ni unos ni otros han sido capaces de hallar, hasta ahora, la referencia incontrastable. Arturo, el hombre, si existió, se oculta tras el velo que la ficción construyó para él. Tal vez sea en la trama de ese velo donde esté escrita la respuesta, por qué Arturo fue y es, en la imaginación popular, un rey que supo reinar mejor que Carlomagno, un líder cuya capacidad de mando superó a la de Julio César.


Arturo, el héroe que a juzgar por la gran cantidad de obras artísticas que continúan recreándolo, aún necesitamos.




*Jorge Luis Borges, Ariosto y los Árabes, Antología Personal, Ed. Sol 90, 2001, pg 84
Imágenes, google

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