CELTAS en las islas británicas


Población indígena, olas de inmigración, lenguas

Las Islas Británicas estuvieron ocupadas por una población indígena pre indoeuropea. Pueblos compuestos por gente baja, corpulenta y morena, se les cree descendientes de íberos o eúskaros. Cuando los celtas llegan a las islas, aquellos habitantes desconocidos para la historia se repliegan para luego disolverse en el seno de sus conquistadores.  Excepto los pictos, de quienes supieron tanto los celtas como la historia.
Los antiguos pictos estaban  ubicados en lo que luego los celtas denominaron Caledonia (de “kalet”, duro en britón) antiguo nombre que a su turno tomaron los romanos para designar a la tierra que ahora denominamos Escocia (los pictos ocupaban el centro y norte de dicha nación). Desconocemos el nombre con el que se autodesignaban, como “pictos” los bautizó Eumenio (secretario del emperador romano Constancio Cloro, probablemente nacido en el 260) y significa pintados. Su origen es desconocido y su lengua no era ni celta ni indoeuropea.          
Alrededor del siglo VI a C. llegan los primeros celtas a las islas. Eran los gaélicos. Altos, pelirrojos, de buena musculatura. Es entonces cuando los aborígenes que antes mencionábamos se ven confinados a ocupar las tierras altas de Gales y Escocia.


Casa celta en la actual Gales

El grupo de pueblos celtas que nombramos como britanos (aunque se denominaban a sí mismos de muy diversas formas) compartían el dialecto britónico (similar al latín primitivo) de modo que en estas páginas los generalizaremos denominándolos britanos o britones. Éstos arriban a las islas en el siglo V a C y se trata del mismo grupo étnico y linguístico que invade Asia Menor después de la muerte de Alejandro Magno, los mismos que saquean Roma y Delfos. Excelentes guerreros de estatura mediana y cabellos castaños. Tenían, como ya mencionamos, la costumbre de tatuar su cuerpo con figuras azules las que elegían según sus creencias y  casta.
Alrededor de doscientos años después llegan a la actual Inglaterra la penúltima oleada de inmigrantes celtas, los belgas, quienes se establecen en el sur de la isla. Este grupo, de cabellos rubios y nariz aguileña, a su vez desplazan a los britanos, junto a sus siervos gaélicos y aborígenes, hacia Cornualles y Gales.
En el siglo I a C muchos de los britones que ocupaban la Bretaña francesa huyen hacia las islas procurando poner distancia respecto de las tropas comandadas por César. Última oleada de inmigrantes celtas. Se discute si a estas alturas de los acontecimientos los pictos no compartirían el idioma britano, aunque su alfarería y monumentos siempre difirieron.
En Irlanda y la isla de Man  estaban, como ya hemos dicho,  asentados celtas que hablaban otro dialecto, la lengua goidélica, es decir los celtas gaélicos.

 Las Islas Británicas más la Bretaña francesa constituyen el único lugar que conservó las lenguas celtas, a saber:
-Goidélica. Dio origen a: 
la lengua que se habló en Irlanda y el actual irlandés (gaélico irlandés o gaeilge) 
la lengua que se habló en Escocia, territorio invadido por los celtas irlandeses en el siglo VI y el actual escocés (el gáidhlig) y
la lengua que se habló en la Isla de Man y el actual manés (el manx)
-Britónica, origina la lengua britona, lengua utilizada a lo largo de todo el territorio de la isla mayor del archipiélago excepto Escocia. A su vez se subdivide en
la lengua que se habló en Gales (y el actual galés galés o cymraeg)
en Cornualles  (córnico o kernewek )
y Cumbria (cúmbrico, idioma hablado al norte de Inglaterra y sur de Escocia, extinto en el siglo XII con la incorporación del reino de Strthclyde al reino de Escocia. Aún no se disponen de datos suficientes para saber con certeza si debe considerarse como idioma independiente o dialecto galés).
el bretón (brezhonek) hablado en la actual Bretaña francesa, es también una lengua que trajeron los britanos cuando escapaban de las hordas sajonas que asolaron la actual Inglaterra.





This map shows
   the core Hallstatt territory, expansion before 500 BC
   maximum Celtic expansion by the 270s BC
   Lusitanian area of Iberia, "Celticity" uncertain
   the boundaries of the six commonly-recognized 'Celtic nations', which remained Celtic speaking throughout the Middle Ages (viz.Brittany, Wales, Cornwall, Isle of Man, Ireland, Scotland)
   areas that remain Celtic-speaking today


Stonhenge

Con el objetivo de evitar dudas o confusiones aclararemos desde ya que el mundialmente famoso círculo megalítico (crómlech, grandes piedras dispuestas en forma circular a elíptica) que se ubica en el actual territorio de Inglaterra denominado Stonehenge, patrimonio de la humanidad, así como otras grandes estructuras de piedra diseminadas en la Europa que va desde el Mediterráneo al Atlántico, no fueron erigidas por los celtas sino por habitantes aborígenes posiblemente desaparecidos mucho tiempo antes del arribo celtíbero y de los cuales no tenemos conocimiento. Stonehenge, cuyas piedras más antiguas están datadas en el año 3000 a C,   tiene su parte en la gran saga artúrica como veremos más adelante.





Vida cotidiana, guerra cotidiana
Estratificación social

   La vida cotidiana de los celtas en las islas, antes de los romanos, corresponde al período denominado “La Tene”.

  Por mantenernos coherentes con la anunciada brevedad de la presente bitácora nos vemos obligados a dejar de lado, a menos que la leyendo que nos ocupa lo imponga, el estudio de su compleja y riquísima mitología; limitándonos a señalar que conservaron, en forma de mito, la imagen de una sociedad ideal pero vivían como prósperos ganaderos. Esta paradoja se puede completar agregando a lo dicho que admiraban la cultura pero guerreaban por el simple gusto de hacerlo, actividad que resolvían en el mayor desorden. Estas cualidades dieron al mundo antiguo guerreros excelentes pero incautos que se enemistaban a la menor provocación.
   Para dar una idea del valor que acunaba el corazón de este pueblo podemos citar al geógrafo e  historiador griego Pausanias (siglo II d C)
 “Combaten con la desesperación del jabalí mal herido, que aún teniendo el cuerpo cubierto de saetas sigue buscando a su enemigo. Pero llegan a más, pues si se les ha clavado una lanza, que a otros les hubiera forzado a permanecer en el suelo aullando de dolor, ellos la arrancan de su cuerpo y con la misma arremeten contra sus rivales. Ni las hachas, ni las espadas, ni el fuego, los fuerzan a retroceder. La ciega cólera jamás les abandona si todavía les quedan fuerzas. Los he visto incorporarse en la agonía, intentar seguir peleando y, luego, morir de pie.”*
Para presentarse en batalla se lavaban el pelo  con cal doblando las puntas hacia arriba, seguramente evitaban de ese modo que los rizos impidieran una buena visión. Se pelaban todo el cuerpo aunque permitían que el bigote les tapara la boca. Combatían en carros, uno dirigía los caballos y otro tiraba dardos o despellejaba cabezas. Esta forma de combatir era temida por los enemigo. Para los jefes estaba reservado el uso de una joya denominada torc o torques, especie de gargantilla de oro o plata que se habría por delante  rematadas en cabezas de animales que siempre se habrían labrado en igual material.



Las mujeres trenzaban su cabello a veces recogiéndolo en elaborados arreglos. Se maquillaban cejas y mejillas, sentían agrado por el exceso de adornos; al tintineo de collares torques y brazaletes que anunciaban su llegada, le sumaban el de las campanillas que cosían al borde de sus túnicas sobre las que vestían capas bordadas con dibujos geométricos de colores llamativos.  Aquéllas que podían permitírselo utilizaban para estos menesteres hilos de plata u oro.

Los banquetes celtas también dieron que hablar a los romanos. La casa del jefe era el lugar de reunión y además del pueblo al que gobernaba  estaba invitado cualquier extranjero que acertase a pasar. Incluía todo tipo de carnes, animales domésticos o de caza, que se consumían acompañadas con vino y cerveza de trigo y miel. Bebían de una misma copa y comían valiéndose de sus manos, sentados en el suelo, que era de tierra, sobre pieles; por tal motivo las mesas eran tablones apenas levantados del piso. Se ubicaban por orden jerárquico en diferentes cubículos y en círculo. Los criados se encargaban del servicio mientras los bardos cantaban canciones que recordaban los amores trágicos y la valentía  de sus héroes. No era extraño que tales banquetes terminaran en una disputa que llevase a sus contrincantes a tomar las armas para trabarse en una lucha a muerte. Estas fiestas continuaban durante varios días.

Los celtas estaban divididos en clanes llamados “fine”, dirigidos por un tipo de rey que se podría denominar tribal, integrados por agricultores, comerciantes, finos artesanos y muy buenos guerreros. Cada clan, fuertemente cohesionado por sólidos vínculos familiares y territoriales, tomaba sus propias decisiones, cada rey de estos clanes, o sus representantes, sólo se reunía en asamblea con sus pares en forma esporádica, lo que dio por resultado un sistema de clanes independientes e incluso antagonistas en ocasiones. Al no tener ciudades-estado, al estilo de Atenas, Corinto, o la propia Roma en su momento, no supieron, o no pudieron, cohesionarse a tiempo para resistir al invasor.

 A la reunión de varios clanes se la llamaba “tuath”, el pueblo, gobernado por lo que ellos denominaban “alto rey” para diferenciarlo de los reyezuelos tribales.
Los reyes no eran soberanos: no detentaban un poder total; su jefatura era  militar y, a la hora de negociar con otras tribus, diplomática. Cada súbdito estaba obligado a pagar un tributo a su señor que le era devuelto en forma de tierra o ganado. El súbdito obtenía protección de su rey y éste colaboración en hombres y armas en caso de contienda bélica.
Se consideraba “familia real” a todos los descendientes de un mismo bisabuelo, entre ellos, los miembros de la nobleza, elegían un nuevo rey. Este sistema llevó a incontables matanzas familiares. Sea como fuera, se suponía que el nuevo rey detentaba el poder por elección divina, motivo por el cual la asunción del cargo se llevaba a cavo a través de un  ritual sagrado. Debía ser  físicamente perfecto (sin mutilaciones o el padecimiento  de alguna enfermedad crónica) ya que su salud representaba la buena disposición de los dioses y por consiguiente, la prosperidad de su pueblo. Esta creencia está en la base de su mitología y es uno de los nudos simbólicos de la leyenda artúrica, el santo grial, como veremos más adelante.
El orden social era de gran fluidez siendo los intelectuales, en razón de sus conocimientos, el único grupo estable. La cúspide de la pirámide de éste la constituían, sin duda alguna, los druidas. Merecida cúspide, puesto que tomaba muchos años (se supone que veinte) de laboriosa preparación acceder a ella.
En cuanto al nombre con el que según su función cada miembro  se distinguía, los estudiosos no se ponen de acuerdo. Ofreceremos a continuación las dos clasificaciones más comunes.


Primera clasificación (de arriba hacia abajo)
a)    Druidas
b)    Filid o profetas (la inquebrantable fe que el pueblo poseía en aquellos y éstos  fue de vital importancia en la creación del personaje Merlín, contracara de Arturo y casi podríamos decir coprotagonista de nuestra leyenda)
c)    Bardos: poetas encargados de mantener  viva la historia, tanto real como mítica, a través de su versificación y canto.  

Segunda clasificación: todo el grupo intelectual se denominaría Filid (sacerdotes) y formaría parte de una escalera de instrucción que se diferenciarían a simple vista por el color de su vestimenta (de arriba hacia abajo)
a)    Druidas –túnica blanca
b)    Vates o profetas –túnica roja, augures e historiadores encargados de transmitir este conocimiento a los poetas.
c)    Bardos –túnica azul, poetas. Además de lo ya comentado habrían tenido la libertad de alabar o criticar, según sus propias opiniones, las actitudes de la nobleza.  


La importancia jerárquica de los artesanos dependía de ellos mismos, es decir de la maestría que fuesen capaces de desarrollar en el ejercicio de su arte. Aunque es posible que los herreros, no solo porque hicieran las armas sino porque su antigua religión otorgaba en carácter mágico al oficio, también ocupasen un lugar alto y estable en el orden social.



Los guerreros, contrariamente a lo que se creería, no constituían un grupo estable. Cazaban y guerreaban al lado del rey pero podían, fácilmente, caer en desgracia. Su prestigio dependía de su nivel económico. Así como los guerreros pagaban tributo al rey, los agricultores pagaban tributo a sus señores guerreros. La estructura económica y social siempre era la misma: el señor otorgaba tierra y ganado para que el “cliente” trabajase con ellos. Estos clientes podían ser hombres libres o vasallos. El hombre libre celebraba un contrato con su señor que al finalizar lo haría acreedor de parte de ese  ganado y tierra trabajada, pudiendo renovar  contrato con el mismo señor o con otro. Generalmente el tributo se pagaba con materia elaborada, cerveza por ejemplo. Tanto  el señor guerrero como el hombre libre podían celebrar contrato con un cliente vasallo. Éste también obtenía tierra y ganado para su trabajo y sustento pero éstos jamás pasaban a su propiedad. Estaban obligados a construir las fortificaciones de su señor y su tributo se pagaba en materia prima, mijo por ejemplo.



De acuerdo a las costumbres celtas cada hombre tenía un valor económico estipulado de antemano en concordancia al lugar jerárquico que ocupara en la sociedad denominado Precio de Honor (esta costumbre perduró en las islas a lo largo de buena parte de la Edad Media).  En el caso del vasallo, su señor, al establecer el contrato, le pagaba, en todo o en parte su Precio de Honor, si alguien lo injuriaba o mataba, era el señor quien cobraría tal cantidad.  Al finalizar el contrato, si el vasallo deseaba pasar a trabajar con otro señor debía restituirle su Precio de Honor, lo que en las condiciones que vivía era prácticamente imposible, por lo tanto la dependencia del vasallo con su señor duraba hasta la muerte.
En el último escalón social estaban los esclavos, si es que puede considerarse que en verdad estaban en alguna parte. Cautivos de otras tribus e indeseables de la propia, les estaba prohibido poseer tierra o familia y eran utilizados como medio de pago. 
Como se puede apreciar la sociedad celta estaba fuertemente estratificada  con base en la familia, por este motivo una buena educación en la niñez se consideraba  esencial. El sistema utilizado era la adopción. Cada niño o niña era retirado de la casa de sus padres de sangre alrededor de los siete años, e introducidos en la de sus padres por adopción, éstos, elegidos dentro de la familia o los amigos porque su situación económica podía permitírselo, sólo recibían una retribución, generalmente en ganado, cuando el caso era que los padres de sangre podían permitírselo. Inmediatamente comenzaba la instrucción para que el futuro adulto se desempeñara dentro de la tribu conforme a lo que de él se esperaba. Las hijas de los agricultores aprendían a realizar las tareas que la esposa de un agricultor necesitaría saber, del igual modo se procedía con las hijas de los nobles. A todos los varones se les impartía lecciones que hacen a la actividad física, pero sólo los hijos de los nobles aprendían a manejar armas.       




 Lamentablemente para ellos, los celtas sólo defendían la tierra que pisaban y cultivaban, jamás se consideraron una nación ni tuvieron,  por consiguiente, visión de imperio, más aún, en épocas de Julio César y ante rencillas internas, algunos clanes no dudaron en aceptar la “ayuda” de Roma que, astutamente, terminó por absorberlos a todos.

*Abel Raúl Brozzi Los Celtas una realidad histórica mitificada, Ed. Pluma y Papel, 2007, pg 25   

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